Por ti Señor

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Corrían lo aciagos días de la guerra civil española. El odio hacia la religión llegó a extremos difíciles de imaginar. Sacerdote, religioso o religiosa que caían en manos de los comunistas eran, sin más, asesinados.

Ocurrió que una mujer viuda tenía un solo hijo, y éste había entrado al seminario. Cuando inició el conflicto los seminaristas tuvieron que huir a un lugar a salvo. Llegó el momento en que el joven terminó sus estudios y llegó a la ordenación. La madre vivía en una zona controlada por los comunistas, y le había sido imposible acompañar a su hijo. El joven, movido por el amor filial, quiso ir a ver a su madre, a pesar del riesgo. Confiando en la buena voluntad de la gente de su pueblo, se encaminó hacia allá disfrazado. La madre se llenó de alegría cuando el hijo llegó a visitarla. A escondidas el joven inició su ministerio en servicio de la pobre gente de su pueblo.

Nunca han faltado ni faltarán los Judas... y alguien denunció al sacerdote. Llegaron los soldados a casa de la viuda una noche, y lo sorprendieron. La madre le suplicaba al coronel al mando que no matara a su hijo. "¡Encarcélelo, pero por piedad, por amor de Dios, no lo mate! ¡Soy viuda, y es mi único hijo!" El dicho coronel era una fiera, y se mostró insensible ante la súplica de la madre. En ese mismo instante el joven fue fusilado, ante el llanto desgarrador de la pobre viuda...

Pasó el tiempo. La guerra se definió, y los comunistas fueron derrotados. El coronel iba huyendo, seguido muy de cerca por sus enemigos, y consciente de que si era capturado de inmediato dispondrían de su vida... debía tantas él... Llegó a un poblado que lucía todos los estragos de la crueldad de la guerra, y ahí lo alcanzaron su perseguidores. Desesperado abandonó su caballo, y corrió por calles y callejones buscando desesperadamente un refugio. Miró una casa en la que había una luz encendida, y sin pensarlo tocó con urgencia a la puerta. "Por el amor de Dios, ayúdenme!" La puerta cedió ante los golpes del hombre, y apareció la dueña de la casa... era la viuda. Al ver a la mujer, sin reconocerla, le dirigió de nuevo la súplica: "¡Por el amor de Dios, ayúdeme!" La mujer le dirigió la peor mirada de odio que se halla visto sobre la tierra. "Coronel, ¿recuerda la súplica que le dirigí antes de que usted asesinara a mi hijo?" ... El hombre sintió que se helaba su sangre... dio media vuelta para continuar su huída, pero ya era tarde, en la calle resonaban los cascos de los caballos de sus perseguidores, y los gritos de los soldados al organizar la búsqueda... El hombre se detuvo en la puerta, paralizado por el miedo.

La mujer entonces le dijo. "En ese armario está la sotana de mi hijo. ¡Rápido, póngansela!" El coronel vaciló, pero no le quedaba alternativa. Rápidamente se puso la sotana. La viuda le entregó un libro diciéndole. "Este es el Breviario de mi hijo, tómelo y siéntese ahí, de espaldas a la puerta." Tembloroso y vacilante, el hombre obedeció a la mujer... La mujer lucía un rostro pétreo. Sus quijadas apretadas parecían contener todo un mar de sentimientos encontrados. La puerta fue abierta por un piquete de soldados, que al ver la figura sacerdotal en oración, pidieron disculpas a la viuda, y se retiraron precipitadamente... El coronel temiéndose lo peor tenía sus ojos cerrados... y el corazón casi se le quería salir del pecho... Se hizo el silencio...

Los instantes se alargaron. El hombre no se atrevía a moverse. Empezó a escuchar algo como un murmullo, como una oración... Se atrevió a voltear, y miró a la viuda arrodillada ante un crucifijo. De repente la mujer soltó el llanto y gritaba... "¡ SÓLO PORQUE ME LO PIDIÓ EN TU NOMBRE, SEÑOR... SÓLO PORQUE ME LO PIDIÓ EN TU NOMBRE !"