Quiero que seas feliz con tu cruz

Autor: Padre Juan Carlos Ortega Rodríguez

Enviado por: Sergio Irizarry

 

Hace unos meses una joven se quejaba conmigo: "No puedo entender que Dios quiera que yo no sea feliz. Ante desgracias familiares o soledades interiores nos ponemos la misma duda de la joven: ¿querrá Dios este problema o tristeza para mí?

Con su resurrección, nos responde Cristo:
"Quiero que seas feliz."

Quizás estés algo pensativo: Si Dios quiere que yo sea feliz, ¿por qué a veces me siento triste? No puedo evitar las circunstancias que me producen dolor. Cuando llegan, llegan con su carga de sufrimiento. ¿Dónde está entonces la felicidad que Dios quiere para mí?.

Tus dudas parecen lógicas y encuentran respuesta en la resurrección de Jesucristo. ¡Atento! Recuerda que para resucitar, tuvo que pasar por la cruz. Tú problema puede ser el querer ser feliz sin dificultades o el quedarte en los problemas sin llegar a la felicidad. "No existen dos caminos, - decía el Papa a los jóvenes - sino sólo uno: el que ha recorrido el Maestro. El discípulo no tiene permiso de inventar otro" (14-II-2001, n.3).

¿Es necesaria la cruz? Hacerse esta pregunta es legítimo. A nadie nos gusta el sacrificio. En cambio admiramos las personas que son fieles a pesar de las adversidades. Desde el punto de vista humano los sufrimientos nos ofrecen grandes lecciones. Un fracaso, por ejemplo, nos ayuda a ser más realistas, a madurar en la vida, a medir correctamente nuestras fuerzas. El dolor o la enfermedad nos ayuda a ser más sensibles y a preocuparnos de las necesidades de los demás.

Cuantas veces un accidente es una situación privilegiada para confrontarnos con las verdades últimas de nuestra existencia y abrirnos la puerta a un cambio de vida.

Esta respuesta no creo que te haya convencido del todo. Cierto que alguna bondad se sigue del sacrificio pero, te preguntas, ¿es necesario sufrir para ser feliz?

Para resolver esta pregunta es necesario responder otra: ¿por qué fue necesaria la cruz en la vida de Jesús? Si Cristo hubiese escogido el camino de una vida fácil, su mensaje y vida no sería suficiente respuesta a nuestros problemas. Si no hubiéramos escuchado desde la cruz sus palabras - "perdónales, porque no saben lo que hacen" -, su doctrina sobre el amor a los enemigos hubiera quedado en un bello sentimiento inalcanzable para los hombres. Él quiso ser en todo semejante a nosotros: en la tentación, en la experiencia de miedo ante el porvenir, en la soledad, en la traición de los amigos, en el dolor físico, en la burla. Era necesario para darme ejemplo en mis sufrimientos y dolores.

Pero la cruz no fue todo ni lo último en la vida de Jesús. La cruz no se entiende sin la Resurrección. Cristo nos asegura que en esta vida encontraremos, como Él, cruces, pero nos invita a no tener miedo. También, como Él, nuestras tristezas se transformarán en paz y felicidad.

Jesús camina delante de los suyos y pide a cada uno hacer lo que Él mismo ha hecho. Dice: "yo no he venido a ser servido, sino a servir; así quien quiera ser como yo sea siervo de todos". Servir una vez agrada a todos.

Servir siempre cuesta mucho y más cuando no somos correspondidos. Servir a los que nos hacen el mal es, en verdad, una cruz. En este momento, ¡fíate de Dios! Sirve y verás qué paz y felicidad encuentras.

"Yo he venido - continúa el Papa hablando de Jesús - como quien no posee nada; así puedo pedirles que dejen todo tipo de riqueza que les impida entrar en el reino de los cielos". Dar lo que nos sobra, es fácil. Dar lo que necesitamos, cuesta más. Darnos nosotros mismos, empieza a ser una cruz pues eso significa dar nuestro tiempo, es decir, dedicarlo a lo que agrada al otro. Significa ofrecer, no reprimir, nuestros sentimientos, es decir, expresarlos en la medida que necesitan los demás. Significa ofrecer nuestros gustos, es decir, condescender con los demás. Todo esto cuesta, es una cruz.

Pero no tengas miedo, es una cruz que te llenará de felicidad.

"Yo acepto - continúa el Santo Padre poniendo sus palabras en boca de Cristo - la contradicción, el ser rechazado por la mayoría de mi pueblo; puedo pedirles también el aceptar la contradicción y la contestación venga de dónde venga". Igual que Jesús desde la cruz disculpó a los que le
crucificaron, porque no sabían lo que hacían, así es una verdadera cruz, perdonar a quién nos ofende. Pero la cruz del perdón nos otorga la felicidad de un corazón libre de rencores interiores.

Sí, Dios te quiere feliz. Quiere que abraces las dificultades confiando en Él.