Dos días a la vez

Autor: Robert Burdette

 

Hay dos días en cada semana que no deben preocuparnos, dos días que no deben
causarnos ni tormento ni miedo. Uno es ayer con sus errores e inquietudes,
con sus flaquezas y desvíos, con sus penas y tribulaciones. Ayer se marchó
para siempre y está ya fuera de nuestro alcance. Ni siquiera el poder de
todo el oro del mundo podría devolvernos el ayer. No podremos deshacer ninguna
de las cosas que ayer hicimos; no podremos borrar ni una sola palabra de
las que ayer dijimos. Ayer se marchó para no volver.

El otro día que no debe preocuparnos es el mañana con sus posibles adversidades, dificultades y vicisitudes con sus halagadoras promesas ó lúgubres decepciones.

Mañana está fuera de nuestro alcance inmediato. Mañana saldrá el sol, ya para resplandecer en un cielo nítido o para esconderse tras unas densas nubes, pero saldrá .

Hasta que no salga no podemos disponer de mañana, porque todavía mañana
está por nacer. Sólo nos resta un día, hoy. Cualquier persona puede confrontar
las refriegas de un solo día y mantenerse en paz. Cuando agregamos las cargas
de esas dos eternidades, ayer y mañana, es cuando caemos en la brega y nos
inquietamos.

No son las cosas de hoy que nos vuelven locos. Lo que nos enloquece y nos
lanza al abismo es el remordimiento o la amargura por algo que aconteció
ayer y el miedo por lo que sucederá mañana. De suerte que nos conformaremos
con vivir un solo día a la vez para mantenernos saludables y felices.