Relato de una madre

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD   

 

 

    Hay madres que han pasado a la historia como grandes heroínas. Hay otras, las más, que han dado y dan la vida en el silencio y en el anonimato de cada día. Algo de esta entrega, riesgo, sacrificio y amor queda reflejado en el relato que Dolores de Jesús nos hace de ella misma.

            José y yo nos casamos pensando tener muchos hijos, pero desde el primer hijo mi salud falló. Me agravé en el octavo mes. Según los médicos no había esperanza para mí ni para el bebecito que esperaba. Me hicieron la cesárea, pero los médicos nos dieron 72 horas, diciendo que si las pasábamos era sólo por “un milagro”.

            El milagro sucedió, pues a las 72 horas ya tenía conocimiento. Nunca podré olvidar la primera mirada a mi hijo. ¡Dios mío... era igualito a su padre! Le pedía a Dios que se salvara mi bebé. Se bautizó con el nombre de José Antonio. Hoy es un responsable ingeniero.

            A los dos años nació mi “niña bonita”, Sofía. Me costó muchísimo pues también tuve complicaciones, pero me hicieron la cesárea a tiempo. Sofía estuvo 33 días en la incubadora, donde luchó mucho por su vida. Hoy es una mujer casada y con dos hijas.

            En mi tercer embarazo las dificultades se agravaron y nuestro hijo murió a las 30 horas de nacido. Fue un golpe muy grande para José y para mí. Mi niño había muerto y mis brazos estaban vacíos. En ese momento dije: “Mi Dios, te ofrezco este dolor tan profundo. Te doy gracias porque Antonio José se pudo bautizar y yo sé que es un angelito más en el cielo. Te pido, por favor, que me permitas llenar de nuevo mis brazos y pueda adoptar un bebé”.

            Después de 13 años, una mañana, inesperadamente, nos llaman y nos dicen que había una niña para adopción que podía ser la hija que tanto habíamos esperado. El entusiasmo de José y mío era grande. Nuestra hija Sofía fue la primera que se llenó de gran alegría y nos preguntó: Papi, mami, ¿cuándo llega nuestra hermanita? ¡Qué venga pronto!”. Mi hijo se quedó pensativo y de momento nos dijo: “¡Caray, ya pensaba que este momento nunca iba a llegar!”. Y agregó con una gran sonrisa: “Tráiganla pronto”.

            La primera mirada que dirigí a mi hija después de levantar la sabanita que la cubría, se puede comparar con la primer mirada que había dirigido a mis otros hijos. ¡Dios mío, qué linda era! ¡Cuánto amor sentí por ella! La miré como si hubiera estado siempre en mi corazón. Se llamaría María, como la Virgen, a quien tanto le había rogado por esta hija. Sofía dijo: “María Cristina”. Con ese nombre fue bautizada.

            En ese maravilloso momento entendí algo, que ha sido lo que siempre le he dicho a mi hija Maria Cristina, desde que tuvo entendimiento: “Dios manda a sus hijos por diferentes medios; unos los coloca en el vientre y otros los coloca en el corazón.

            La Madre Teresa de Calcuta dijo: “No aborten, denme los hijos”. Pienso que hacen la misma súplica muchas madres con los “brazos vacíos”, que esperan el “hijo de su corazón”.