Somos aprendices

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Un célebre médico vienés decía a sus alumno que para ser cirujanos se requerían dos cualidades: No sentir náuseas y tener una buena capacidad de observación.

Para hacer una demostración introdujo uno de sus dedos en un líquido nauseabundo, se lo llevó a la boca y lo chupó.

Luego pidió a sus alumnos que hicieran lo mismo, y ellos, armándose de valor, le obedecieron sin vacilar.

Entonces, sonriendo astutamente dijo el cirujano: De verdad los felicito por la primera prueba en relación con la náuseas.

Pero no aprobaron la segunda, ya que ninguno se dio cuenta de que el dedo que yo me chupé no fue el mismo que introduje en el líquido.

Podemos estar seguros de que esta experiencia grabó para siempre en los alumnos la necesidad de observar bien.

Y es que en tantas cosas nos creemos maestros cuando somos simples aprendices. Como dice un refrán: Del dicho al hecho hay mucho trecho.