Soy yo el que tiene que estar ahí

Autor: Henry G. Bosch

 

Un misionero estaba hablando a una tribu remota de un pueblo que nunca había escuchado hablar de la vida y el ministerio de Jesús. El jefe de la tribu estaba sentado en la fila del frente escuchando intensamente todo lo que el misionero decía.

Cuando la historia llegó a su punto culminante y el jefe escuchó lo
cruelmente que crucificaron a Cristo, no pudo aguantarse más. Se levantó bruscamente y gritó: "¡Pare! ¡Bájelo de la cruz! ¡Soy yo el que tiene que estar ahí, no Él!". Había comprendido el significado del evangelio; entendió que era pecador y que Cristo no tenía pecado.

Cuando consideras esa escena del Hijo de Dios clavado en una cruz en agonía y sus heridas sangrando, ¿puedes decir de corazón "¡Yo tengo que estar ahí!"? Entonces, da un paso más y pon tu confianza en Él como Salvador para que puedas decir junto con Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí..." (Gá. 2:20). Jesús tomó nuestro lugar y murió para nuestro provecho. Puesto que llevó nuestros pecados, abrió el camino para llevarnos a la comunión con el Padre. Si te identificas con Cristo y crees que murió por ti, Dios te identificará a ti con Cristo y te dará Su justicia.

¿Puedes decir "¡Soy yo el que tiene que estar ahí!"?