Su sonrisa puede transformar su vida 

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A Blanca Malaver la conocen como “Risitas”. Vende el maíz en bolsitas que echan los turistas a las palomas en la Plaza de Bolívar, en pleno centro de Santafé de Bogotá, Colombia. Llegó allí cuando 16 años. Provenía del pintoresco pueblecito de Ubaté, y lo primero que hizo fue trabajar como empleada doméstica. 

A pesar de ser bastante joven, su semblante revela a alguien que debió luchar por salir adelante y que guarda gozo a pesar de enfrentar los problemas que usted y yo usualmente experimentamos.

“Realmente no me sentí bien, y decidí vender helados. Era más rentable. Sin embargo la gente casi no se acercaba: yo era de muy mal genio. Recuerdo días en que, al caer la tarde, allí estaban los helados. No vendía”.

La situación fue diferente cuando alguien le dijo: “Cambie esa cara. Sonríale a la vida. Sea más amable”. Blanca reconoció que quizá tenía un problema enorme: las fluctuaciones de su temperamento. Razonó que iluminar el rostro con una sonrisa no cuesta nada, pero hace mucho bien a todos... Si algún día visita mi hermoso y amado país, de seguro encontrará a “Risitas” en la Plaza Bolívar. Ella es la mejor embajadora del optimismo, la fe y la esperanza que nos embarga a los colombianos...

¿Cuál es su actitud?

Nuestra actitud frente a la vida es de suma importancia. La forma como miramos las circunstancias determina el que haya en nuestra vida pesimismo u optimismo. Un artículo que leí de una revista científica señalaba que las personas alegres tienen una actividad cerebral intensa y generalmente tienen menor tendencia a las enfermedades que aquellos sumidos en la amargura. La Biblia lo declara de una forma muy sabia: “El corazón alegre embellece el rostro, pero el dolor del corazón abate el espíritu” (Proverbios 15:13).

Considero evidente que ahogarnos en un vaso de agua cuando surge algún obstáculo, es el camino más fácil para enfrentar crisis permanentes y mantener bajo e irritable nuestro estado de ánimo. Si frente a cualquier dificultad pensamos: “No tiene importancia. Mi día no se echará a perder por este incidente. Con la ayuda de Dios podré resolverlo”, de seguro la salida es mucho más fácil. Este consejo lo ofreció el sabio Salomón al escribir: “Todos los días del desdichado son difíciles, pero el corazón alegre tiene un banquete continuo” (Proverbios 15:15). Dios nos hizo libres y la decisión de vivir en desdicha o alegría es suya y nada más que suya.

Hay un hecho indiscutible: la amargura y el optimismo se contagian. Transmitir fe y esperanza es algo inevitable. Experiméntelo. Llegue hoy a su hogar sonriente y puedo asegurarle, sin temor a equívocos, que pronto los demás de manera inconsciente, se habrán contagiado y sonreirán. Este método no es infalible, pero si muy aproximado a obtener excelentes resultados. 

¿Es posible cambiar?

Estoy convencido que sí. Pero no lo lograremos en nuestras fuerzas sino con la ayuda de Dios. El nos creó y El nos puede transformar. Nuestra actitud puede ser diferente. Pero es necesario que usted deje que el Señor opere ese cambio. ¿Cómo? Sencillo. Acéptelo en su corazón. Dígale: “ Señor Jesucristo, reconozco que tengo problemas de temperamento y en mis relaciones con los demás. Pero se que tú me puedes dar una nueva oportunidad. Entra a mi corazón y has de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”.