Te busco. Señor

Autor: Alejandra Darú

 

            La vieja Iglesia yacía sola y semiderruída, al pie de la montaña. Sus cristales rotos dejaban filtrarse la luz del sol al atardecer. Su interior vacío recordaba aquel alud que se llevó su arquitectura de piedra del primitivo pueblo de Puente del Inca.     

Sólo una imagen sagrada sobrevivió a aquel día.

¿Quién resguardó esa imagen? No lo sé.  

Conocí su interior de piedra y silencio un tórrido verano, hace casi veinte años. Recordé una historia, la vida de un ser que me cautivó, la de San Francisco de Asís, cuando San Damián debía ser reconstruída; entonces el Cristo medieval le habló al Pobrecillo ante la pregunta que él le hizo: “-¿Señor, qué quieres que yo haga?”

Pero aquella Iglesia de Mendoza ya había sido reconstruida. Una nueva se erigía un poco más allá de la original. Y dentro de la anterior en ruinas, estaba otra más. Un pequeño templo de carne y hueso, y alma, de veinticuatro años recién cumplidos... Y comencé a buscarte, Señor...  

De pie, bajo un arco si pórtico, presintiendo la montaña por detrás de los escasos vidrios rotos que quedaban, buscando la Cruz que formaban los hierros que hacían de sustento, en la que otrora fuera  una ventana ojival, hallé una porción de cielo azul y me encontré con tu desafío: tomar mi cruz y seguirte.  

Empezaba a hacer frío, entonces busqué nuevamente el camino. Allí quedaba la estructura del templo derribado por la inclemencia del tiempo. Allí estaba yo, dispuesta a no dejar que ningún alud me derribara, y decidida a ser una más entre tus filas.

Podré caer en otros aspectos, pero jamás, nada ni nadie, quebrantará mi Fe...