Vivir la vida

Autor: Ethel Pérsico

 

Con un hondo sentido de adusta sabiduría, predicaba un ilustre emperador
romano:

"Procede todos los días, como si cada uno de ellos fuera el último de tu vida..."

 Agregaría a esa conocida frase: "Procede en cada uno de tus actos, como si
después de realizarlos, tuvieras que comparecer ante el tribunal de Dios y
dar cuenta de éllos."

Y pienso que si se llevaría a la práctica esta teoría, viviríamos mucho mejor.

La sentencia latina no ha sido desoída, pero parecería que el mundo ha 
confundido su sentido y la interpreta al revés. Sí, al revés, porque de lo
que fue norma ortodoxa, ha hecho doctrina hedonista, y todos proceden como
si cada minuto fuera el último de la vida, pero considerando la vida como
un naufragio donde el único mandato valedero fuera la ley egoista y despiadada 
el ¡Salvese quien pueda!...

Bajo ese imperativo hoy todo se avasalla y se atropella. Vivimos impacientes,
afiebrados por llegar, sin tiempo para reflexionar en que sólo estamos de paso 
y que de nosotros sólo perdurará el recuerdo del bien o el mal que a nuestro 
paso hayamos sembrado.

La humanidad enloquecida parece no advertirlo. Es como si ya para muchos, se
les hubiera agotado el tiempo para pensar; improvisan y ejecutan, sobre 
el minuto del vértigo.

Algunos creen que de prisa y viviendo el momento, viven más. Más puede 
ser, pero no mejor. No, porque se pretende siempre el resultado inmediato, 
la gloria prematura, el camino más corto con el menor esfuerzo y el máximo
provecho.

El artista no se esmera en pulir, porque quiere surgir de inmediato, porque
del anonimato aspira a la gloria, entonces da por concluida su obra y la
misma apenas si es un ensayo.

Hay quienes quieren ser rápidamente ricos, antes de haber aprendido a ser
pacientemente honrados.

Es imperioso y urgente diría, encausarse hacia la verdadera paz espiritual,
que sólo puede emanar, a su vez, de la paz de la conciencia.

Porque al fin de cuentas, ese es el único camino que todos buscaremos algún
día, cuando todo esté en manos de una voluntad definitiva más alta que la
nuestra.